En efecto, en los 190 años que llevamos de vida republicana, la población indígena muy rara vez ha aparecido como actor social importante en el escenario político nacional. Es más, existe la idea equivocada de que al momento de la independencia ya no había indígenas en el país, y que los que poblaban estas tierras eran españoles, criollos, algunos negros y mulatos, y la gran masa de mestizos. Sin embargo, se calcula que en 1821 la población total de lo que fue el Virreinato del Perú era de un millón cuatrocientos mil habitantes aproximadamente (a la llegada de los españoles habían 14 millones de indígenas, es decir, 90% más), de los cuales el 59% seguía siendo población indígena, el 23% población mestiza, el 6% negra y mulata, y el 12% de blancos y criollos . Desde entonces, si bien la población total del Perú ha ido aumentando, y la población indígena también en cantidades absolutas, en porcentajes la disminución ha sido significativa y hasta devastadora.
Según datos oficiales, en el cuarto censo que se dio en el Perú en 1900, la población era de 3.800.000 habitantes, de los cuales la mayoría seguía siendo indígena: el 57%. En 1940, con el quinto censo se cuentan 7.023.111 habitantes, y la población indígena pasa a ser el 46%. Los censos realizados después de 1940 no contemplan el criterio “raza”, por lo que es difícil recoger información más allá del criterio de lengua que aprendió a hablar primero (lengua materna), y que no es suficiente para identificar a toda la población indígena. Pese a ello, según datos del INEI, en el censo de 1993 la población del Perú llegaba a 22.639.443 habitantes de los cuales el 30% era población vernáculo hablante, y en el último censo del 2007, en el que se registran 28.220.764 de habitantes, la población vernáculo hablante se reduce al 16,1%.
Si bien estos datos oficiales no reflejan a toda la población indígena - pues el conteo se reduce a la lengua materna, y no se pregunta por ejemplo por las lenguas que hablan (dado que muchos son bilingües), y mucho menos se toma en cuenta a la población indígena que vive en los contextos urbanos - es un indicador de la significativa y acelerada disminución de la población indígena y de la pérdida de lenguas originarias en el País. Se ha pasado de tener una población indígena de 59% al inicio de la República a tener un 16,1% en la actualidad (luego de 190 años).
Las razones de esta disminución son muchas y no son objeto de este artículo, pero mucho tiene que ver con esta permanente exclusión de la que han sido objeto desde la constitución del Estado mismo, y su invisibilización en las políticas públicas.
Ahora bien, hasta mediados del siglo XX la población indígena ha habitado principalmente en las zonas rurales, pero las migraciones que se han producido en las décadas de los 60, 70 y las últimas en los ochentas como producto de la violencia política, han cambiado totalmente el escenario socio cultural y lingüístico del país, y las ciudades han pasado a ser pobladas por un significativo número de ciudadanos provenientes de zonas rurales, en su mayoría andinos quechua y aimara hablantes y, en menor proporción, indígenas de diferentes pueblos amazónicos. De hecho, muchos de los ciudadanos que hoy día viven en las capitales departamentales y en Lima son descendientes de esos migrantes de distintas épocas, y muchos, en realidad la mayoría, ya no hablan la lengua de sus padres y/o abuelos, porque estos decidieron en algún momento que era mejor que sus hijos no la hablaran para evitar tanto maltrato y discriminación.
Se estima que el 22.9% de la población indígena en edad escolar (de 3 a 17 años) vive en contextos urbanos y el 77,1% en zonas rurales. Asimismo, aunque existe una importante población rural castellano hablante, sobre todo en la costa, la mayor parte de esta población es indígena (entre el 49 y 60%) con distintos grados de bilingüismo.
Si bien algunos pueden creer que por ser la población indígena hoy en día minoritaria no requiere de una atención especial y prioritaria, es importante que veamos la dimensión que cobra esta población cuando miramos con detenimiento los datos de muchas regiones, provincias y distritos andinos y amazónicos, los mismos que deben ser tomados en cuenta a la hora de planificar acciones de atención en estos ámbitos. Así por ejemplo, tenemos que la población vernáculo hablante de las regiones de Apurímac (61%), Huancavelica (57%), Ayacucho (53%), Puno (49%), Cusco (45%), Amazonas (19%) y Ucayali (14%) que oscilan entre el 60 y 45% en el caso de los andinos, y entre el 15 y 20% en los amazónicos, cobra dimensiones mayores si miramos el porcentaje de población indígena de algunas provincias como: Condorcanqui (93%), Paruro (89%), Cotabambas (88%), Chumbivilcas (88%), Carlos Fermín (87%), Cangallo (87%), entre otras. La población vernáculo hablante es más del 85% en estas zonas. A nivel distrital, los porcentajes son mayores aún; así tenemos, por ejemplo, los distritos de: Cenepa (Condorcanqui-Amazonas) con 99,5% de población indígena; Vilavila (Lampa-Puno) con el 99%; Anta (Acobamba-Cusco) con el 98.6%; Sarhua (Víctor Fajardo-Ayacucho) con el 98.5; Checca (Canas-Cusco) con el 98.3%; Colquepata (Paucartambo-Cusco) con el 98%; entre muchos otros .
En el caso de los distritos seleccionados por el programa JUNTOS, los datos estadísticos arrojan que en el 26% de ellos (186 de 702), más del 80% de la población de 3 a 17 años tiene una lengua materna distinta al castellano, y que en el 47% de ellos (333 de 702), más del 50% de la población del mismo rango de edad tiene una lengua materna distinta al castellano. Sólo en el 12% de ellos (55 de 702), no existe población con lengua originaria.
Tomando en cuenta todo el contexto histórico antes presentado, y las cifras actuales de la población vernáculo hablante en edad escolar a la que hay que atender, es evidente que se requieren medidas urgentes para lograr una adecuada intervención que garantice una educación pertinente y de calidad a los niños, niñas y jóvenes indígenas. Por ello, es destacable que el Ministerio de Educación haya considerado entre una de sus prioridades el impulso y desarrollo de la Política de Educación Intercultural Bilingüe (EIB) y la Política de Educación Rural, las mismas que requieren para su implementación el concurso no sólo de todas las direcciones del MED sino de la participación activa de las organizaciones indígenas y de la sociedad civil: organizaciones de maestros, ONG que desarrollan experiencias de EIB y en zonas rurales, universidades y centros de investigación, cooperación internacional, entre otros.
Tener como política priorizada a la Educación Intercultural Bilingüe implica planificar con seriedad el desarrollo de la EIB de tal manera que se logre atender, progresivamente, a los más de un millón de niños y niñas peruanas, pertenecientes a mas de 40 pueblos indígenas con sus respectivas lenguas en diversas regiones del país, tanto en zonas rurales como urbanas. Esto significa, entre otras cosas, contar con: 1) propuestas curriculares y pedagógicas que respondan a las características socio culturales y tomen en cuenta la lengua de estos pueblos; 2) con maestros - de preferencia de estos mismos pueblos - que hablen su lengua y que hayan sido formados y/o capacitados en los enfoques y estrategias de EIB; 3) materiales elaborados tanto en lenguas originarias como en castellano y con un enfoque intercultural; y d) Instituciones Educativas que gocen de una buena infraestructura y mobiliario adecuado y suficiente. Es decir, implica “construir” esa escuela que todos soñamos para nuestros hijos y que todos los niños y niñas del Perú se merecen… en el caso de las niñas, niños y jóvenes indígenas, la escuela EIB que queremos.